El fútbol corre por las venas de cada uno de sus integrantes. Más allá de los diferentes obstáculos que les ha presentado la vida, siempre se apoyan mutuamente y comparten el amor por el balón.

Uno puede cambiar de todo menos de pasión. Además puede transmitirla de generación en generación. Así como les sucedió a Isabel y a Luis que hace casi  20 años que iniciaron esta familia que, además del amor que se tienen, los atraviesa la pasión por el fútbol.

En una humilde casa del barrio Nueva Esperanza viven los Bibanco Andrade, papá, mamá y 6 hijos que van desde los 2 a los 18 años.

Isabel jugaba al fútbol hasta hace unos años, que decidió ocuparse de lleno de sus hijos y sus actividades, “mi marido trabajaba, hasta hace unas semanas, en Electro Cuyo pero se terminó la obra. Está repartiendo currículum, hay niños que mantener y hay que seguir. Las veces que no ha tenido trabajo, se ocupaba de la casa y yo salía a trabajar”, contaba orgullosa para Malargüe a Diario Isabel y, con el mismo sentimiento, relataba la historia de sus hijos.

Las más grandes son las gemelas, Yanela y Celeste de 18 años, nacieron ochomesinas pero con una garra que mantienen hasta el día de hoy. Hicieron 5 años atletismo y un día quisieron dejar y empezar a jugar al fútbol en el barrio, tenían 8 años. Empezaron en el Club Malvinas Argentinas; Yanela comenzó como arquera pero luego de un accidente en su muñeca comenzó a jugar de defensa y Celeste siempre jugó de delantera; jugaron en ese club durante 3 años, “pensé que con esa lesión se nos iba a venir abajo, porque ellas de la escuela iban a fútbol, era lo único que hacían, ahí ella me dijo que cuando se recuperara no iba a poder ser más arquera pero iba a jugar de defensa”. Del Malvinas pasaron a ser parte de la Coruña, donde estuvieron hasta hace dos años. Estuvieron el año de pandemia inactivas, esperando ser aceptadas por el Club Deportivo Malargüe porque querían entrar a la liga sanrafaelina, “como el reglamento pide estar un año sin jugar, así estuvieron la pandemia y pasaron libres al Depor donde siguieron sus pasos hasta hoy, que forman parte del equipo de 1º división del fútbol femenino del club”.

Por orden de llegada sigue Román, de 16 años, quien empezó a jugar al fútbol en el club Vialidad Nacional. A los 4 años le diagnosticaron síndrome nefrítico, una discapacidad renal “se le secó un riñón, podía ir a diálisis o a trasplante; lo único que a él le gustaba era jugar a la pelota así que la doctora nos recomendó que juegue pero cuidándose de no golpearse ni cortarse, porque este deporte lo podía sacar adelante”. Luego de jugar un tiempo en Vialidad se cambió a Malvinas Argentinas, donde estuvo alrededor de 3 años para, más tarde, pasar a jugar en La Casona, con Roberto Guardia, donde jugó hasta los 13 años, “como todavía no empezaba la liga sanrafaelina y tampoco se podía quedar ahí porque se pasaba de edad, le dieron el pase libre para ir a donde quisiera y él decidió irse al Club Deportivo Malargüe porque en casa somos todos de Boca y le gustaban los colores”. Así fue como el tercer hijo de Isabel y Luis entró al Depor.

Según contó Isabel, Román Axel siempre fue muy consciente de los cuidados que debía tener por su delicado estado de salud, “ese año se empezaba a jugar la liga, cumplió los 10 años y el profe Castro le dio la oportunidad de entrenar en el Club y lo convocaron para jugar en la liga sanrafaelina, en la 7º”. Luego pasó a 6º. A los 12 años, cuando le hicieron los estudios anuales por su enfermedad, y sin una explicación médica lógica, no le encontraron ninguna discapacidad renal. “El médico me dijo que el riñón le funcionaba, me preguntó si seguía haciendo fútbol, fue un momento muy lindo, el médico me dijo que era ilógico. Le repitieron todos los estudios en el Hospital Schestakow y le salió todo bien; la doctora no lo podía creer y le dijo que se siguiera cuidando un año más y, si seguía normal, le daban el alta. También le dijo que siguiera haciendo fútbol”. Román entrena con la 6º de lunes a viernes una hora; los fines de semana juega y viaja; está en 3º año de la escuela Técnica, Química, Industrial y Minera, como sus hermanas mayores; el año que viene pasa a la 5º del Deportivo. Recién este año, Román pudo ponerse al día con los entrenamientos y estar de igual a igual con sus compañeros del club; empezó con la pretemporada en febrero con la 1ra división del club.

Carolina, “Carito” como le dicen todos, tiene 12 años; es la estrella de la familia, salió como jugadora destacada, tuvo premios como goleadora; entrena de lunes a viernes con los varones de 7º, también entrena con la 8va, mixto y con sub 13 femenino, este año entró a participar en la liga y también participó en la 1º división femenina con sus hermanas de 18 años, “ella es un espectáculo, ama el fútbol, todos los días ve partidos, sabe todo, es nuestra chica 10; nació el 10 de agosto de 2010 a las 10 de la mañana, acá dicen que es la cábala del club, juega desde los 8 años”. Carito sueña con jugar en la 1ra división de Boca Juniors, aunque se iría a jugar a cualquier otro club en 1ra. “Anda re bien en la escuela. Es todo lo que hacen mis hijos, escuela y entrenamiento, salen un ratito a tomar mate, porque si al otro día se juega hay que levantarse y los mayores no toman alcohol porque saben que te mata todo el entrenamiento que hiciste de la semana”.

Luego está Almita, que tiene 5 años; empezó en la escuelita del Depor este año, “es muy habilidosa para la edad que tiene, el año pasado veníamos a ver a los hermanos y ella lloraba porque quería jugar”.

El más peque de los Bibanco Andrade es Cristiano Neymar, de 2 años; su nombre es un fiel reflejo de la pasión familiar; lo eligieron sus hermanas, “todas anti Messi, bancan a morir a Cristiano Ronaldo y a Neymar, al único que le gusta Messi es a Román”. Cristiano, por su corta edad, no juega en ningún club pero, entre sus hermanos, demuestra que la pasión por el fútbol también la heredó.

Isabel tiene muy claro lo que quiere para sus hijos y se los demuestra con hechos en el día a día: “Yo me aboco a ellos, mis hijos, que hacen ese sacrificio de estudiar, son todos muy buenos alumnos y les gusta jugar, hoy en día hay que apoyarlos. Somos una familia muy humilde, tenemos una casita chiquitita, cuando Román se enfermó vivíamos el día a día, no podíamos pensar en comprar ladrillos para edificar; tratamos de hacer todo lo posible para ellos, capaz nos ves todos los días con las mismas prendas pero lo que ellos necesitan está; quiero irme tranquila sabiendo que ellos son alguien en la vida, con que terminen el secundario para mí es un logro y si siguen en el deporte bien”.

Por último, la familia Bibanco Andrade aprovechó para agradecer al Club Deportivo Malargüe por las oportunidades que les han brindado y la contención para con todos los chicos y a todos los clubes en donde sus integrantes han jugado.

Fotos: Gentileza. 

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