Estos días de pre inicio de escuela, siempre lo mismo solo se habla de sueldos y nunca de mejorar la calidad educativa, La educación obligaría a ser un tema de Estado, o más bien lo es, y por eso la escuadra educativa está en franca decadencia.

Los Maestros y la Política en la discusión sobre la educación, continuamente arranca con el aspecto remunerativo, cuando en el contexto implica mucho más que eso. Desde ya adelanto que no va a ser fácil abrir las escuelas. Nunca defender la educación ha sido tarea fácil. Ni en los tiempos de Sarmiento ni en los actuales y la pandemia que no se la puede desconocer. Pero, mucho más grave devastadora que la pandemia es la faena de los bribones de la política y el sindicalismo que se escudan detrás de ella para sostener privilegios corporativos, alentar  al movimiento político y social  de la indiferencia (cualunquismo) y en el camino sacrifican la educación.

La pregunta que nos deberíamos hacer es: ¿Cuáles son las derivaciones y resultado de un pueblo ignorante?

Básicamente es un pueblo sin derechos, dado que, al no gozar del camino al conocimiento se carece de tan trascendental rol  “ser ciudadano”. Así, en las oscuridades del analfabetismo moderno, que ya no es sólo no saber leer ni escribir sino que capto la forma de educar para hacer entrar por el aro las voluntades, se crea así una nación sumisa, entregada a los caprichos de la politiquería y los demagogos de turno, estando al servicio sus propios intereses, y que termina votando a delincuentes.

Lo que se comunica en la disputa actual, son opiniones encontradas en una sociedad que aún no mide las resultados de su ineptitud y torpeza ciudadana, y que nunca asume el rol de verdadero “ciudadano”.-

Normalmente, sin políticos ni sindicalistas en el medio, la gente tiene un encono manifiesto hacia el docente. Comparaciones injustas, las que residen casi solamente en las supuestas amplias vacaciones de los maestros, las jornadas laborales de medio turno, etc. Ninguna vez priorizan la excelente función de los docentes, el compromiso y la responsabilidad que conlleva formar y enseñar a los hijos de los argentinos.

Parece que el bien más preciado que tenemos, “nuestros hijos,” desmerecen capacitadores acreditados, bien valorados socialmente, no respetamos que éstos tienen la enorme tarea de introducir a los niños en el universo del conocimiento, del aprendizaje, de la sapiencia, de la urbanidad, es decir ser un ciudadano incluido en la sociedad.-

No creo que nadie de nosotros que vivamos trabajando muy duro por nuestra prosperidad, ya sea comercio, industria, construcción, agro, siempre con la teoría del mayor esfuerzo, atesoremos a nuestro cuidado el material más preciado, que es un ser humano en formación.

Me pregunto ¿Guardamos  alguna  preferencia mayor que la meritoria educación de nuestros hijos, y/o la salud de estos? Por eso la diferenciación. Bajo ningún punto de vista, como tampoco lo es la tarea sanitaria, el médico, el enfermero, del policía que por menudencias dedican su trabajo en función de su salud y la mía.

Algo debemos hacer, y no es otra cosa que apoyar la educación pública, así favoreceremos la inserción social.- La educación de calidad no puede ser para unos pocos que asisten a colegios públicos y privados, muchos de ellos subvencionados por un estado cómplice, y la ignorancia de casi todos. El método es perverso,  de que unos pocos estén correctamente ilustrados y la mayoría huérfanos de una educación básica, suscita la diferencia consecuente con políticas elitistas, creadoras de  escasos dirigentes capaces y sí de una multitud incierta de ciudadanos  analfabetos, también la década ganada es parte responsable de esta historia actual-

Esta nueva realidad en pandemia impone cambios en las viejas estructuras el docente dejo de ser profesional y se convirtió en un “trabajador de la educación”. Comprometámonos a luchar por maestros y educadores fundados en la excelencia, con planes de estudio adecuados a la formación del niño en la modernidad.- Se debe ponderar  la formación ciudadana, despreciando las menudencias, minucias y ordinarieces, que solo sirven para forjar el sometimiento y la resignación. 

Se definieron actividades esenciales: salud, seguridad, provisión de alimentos, entre otras. ¿Y la educación? Primera decisión controvertida: no es un servicio esencial. Lo cierto es que hasta la llegada de la pandemia siempre se declamó, en muchos casos con sinceridad que la educación es un servicio esencial. Ahora, parece que es esencial pero no tanto. ¿Pero deben o no los maestros dar clases? En principio sostengo que sí. Con los protocolos de seguridad del caso. La perfección y la excelencia educativa es lo que debe primar y los gremios deberían ser  solidariamente responsable de ello.- De una educación mediocre el resultado es: “políticos mediocres, funcionarios mediocres”.-

La educación es y debe ser, un servicio esencial. A los maestros hay que protegerlos con el mismo celo con el que se protegen a las enfermeras, a los policías, a las empleadas de los supermercados y a todas las personas del país. ¿Están en riesgo? El promedio de edad de los docentes al frente de grado apenas supera los cuarenta años. No son en principio un sector de riesgo como pueden ser los jubilados o las personas mayores de setenta años o con lesiones graves a su salud. Si esto es así, no hay ni fundamentos técnicos, ni fundamentos sociales, ni fundamentos sanitarios que justifiquen la barbaridad de dejar a los chicos sin clases invocando una seguridad absoluta que nadie en la Argentina la tiene, que nadie la tiene en el mundo, que incluso tampoco la tienen los maestros que se quedan en sus casas o mejor dicho no van a trabajar porque de hecho pocos, muy pocos están encerrados en sus casas.

Juana Manso lo expresó con palabras que no son simpáticas, pero muy  claras  y Ella diferenció entre los maestros de vocación y los «conchabados», es decir, aquellos que conciben la docencia apenas como un empleo con un sueldo a fin de mes. La imputación más seria que se le debe hacer a los sindicalistas docentes es que por diferentes motivos que van del arribismo a la alienación ideológica, han decidido alentar y apoyar la cultura del conchabo. En el camino dejaron a Sarmiento a Juana Manso, a Rosario Vera Peñaloza, a las hermanas Cosettini. El maestro dejó de ser un profesional, un colega para derivar en un «compañero» y «compañera» en clave populista: titular de todos las derechos pero evadido de todo compromiso o deber. Así estamos en nuestra Argentina.

Mientras más y mejor educación, más libres de pensamiento serán nuestros hijos y nietos y las generaciones futuras.

Horacio Marinaro

Pte del PD Malargüe

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