Johana Bravo se fue de Malargüe hace 7 años, con una mochila llena de proyectos que, de a poco, se van haciendo realidad.

Los sueños son la motivación que se necesita en la vida para conseguir el éxito que se persigue.  Cuando se vive en la persecución de un sueño, la vida se llena de pasión, de metas, objetivos. El placer de perseguir y trabajar para conseguir un sueño no se encuentra en la meta. El mayor placer se produce durante el camino. Muchos no logran visualizarlos, otros lo hacen pero se quedan en el difícil camino de concretarlos y, otros, no tantos, siguen luchando hasta alcanzarlos.

Johana Bravo tiene 24 años y está en esa etapa, en seguir peleándola para alcanzar su meta. Es malargüina pero, hace unos años, tomó una de las decisiones más difíciles de su vida; dejar su familia y su terruño para perseguir sus sueños.

Desde muy chica, a los 13 años, comenzó a jugar al vóley en el ISMA: “Empecé porque me gustaba, nunca lo había practicado, y quedé enganchada a este deporte”. Sus primeros pasos dentro de esta disciplina se dieron en esa institución educativa, entrenaba en el Polideportivo Malargüe, donde jugaba de líbero con la camiseta número 22. Allí el entrenador Lisandro Luppo fue el encargado de foguear esa pasión interna que Johana tenía por el vóley, “nos llevaba a clínicas en Córdoba, a un montón de lugares a jugar; él hizo que me siguiera gustando”.

Como les sucede a muchos jóvenes de nuestra ciudad, al terminar la escuela media Johanna, con el incondicional apoyo de su familia, apuntó su brújula hacia la ciudad de San Rafael, donde podría estudiar lo que le apasionaba. Estudió la licenciatura en psicopedagogía; hoy solo le falta terminar la tesis para recibirse.

En el 2021 llegó a vivir a Godoy Cruz, “me gustó y me quedé a vivir acá”, y comenzó a buscar un club donde pudiera seguir alimentando la pasión por el vóley; hace un año que Johy, como le dice su familia, entrena y es la capitana del equipo de primera división del Club Deportivo Godoy Cruz Antonio Tomba, de la mano de Cecilia Barros, “soy punta”.

Sobre los entrenamientos con el equipo del Tomba, Johana explicó que es exigente pero, no por eso, menos gratificante, “conlleva una gran responsabilidad, entrenamos 3 veces a la semana.  Tenemos un partido por semana, sí o sí, muy pocas son las veces que tenemos fecha libre”.

Párrafo aparte merece su familia, la que jugó un papel muy importante en la decisión de irse de Malargüe: “Ellos son mi pilar, tengo un hermanito de 9 años y una hermanita de 3, por ellos volvía todos los fines de semana durante los 2 primeros años, no me podía despegar, me costó horrores. Ahora he soltado un poco más a mi familia pero los extraño muchísimo, es por ellos que estoy acá, siempre me impulsaron, fueron mi sostén diario y quienes me apoyan todo el tiempo para que pueda seguir creciendo”.

Fotos: Gentileza. 

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