Comenzó a trabajar en la Estancia Las Chacras a los 10 años. Dejó de hacerlo durante 17 años para ocuparse íntegramente de su familia, pero la difícil situación generada por la pandemia la obligó a volver a su antigua actividad.

Es sábado, pasadas las 19 y Jesica “la Caro” Saez recién llega de un arduo día de trabajo. A pesar del cansancio y las ganas de compartir un momento familiar, nos cuenta un poco sobre su historia. A los 10 años empezó a trabajar “en las papas”, acompañaba a sus padres, que la llevaban para que comenzara a foguearse, a aprender sobre esta actividad y a colaborar con la economía familiar; lo hizo durante 10 años. “Trabajé ahí hasta los 20 años. Había conocido a un chico en el trabajo, me casé y formamos una familia”. Durante 17 años, “la Caro” se había dedicado íntegramente a su familia pero con la llegada de la pandemia, la situación cambió rotundamente: “Con toda la malaria de la cuarentena, tuve que empezar de vuelta, no me quedó otra que ayudarlo a mi marido para sacar a los chicos adelante”.

“La Caro” trabaja de lunes a sábados, de 8:30 a 12. Luego tiene un corto receso que utiliza para almorzar y descansar un poco y continúa su jornada laboral desde las 13:30 hasta las 18 hs. Frío, viento, calor, nieve; nada detiene este arduo y sacrificado trabajo, “a veces estamos hasta más tarde porque los camiones se atrasan. Nosotros clasificamos las papas, las echamos a un canasto; cuando trabajamos a mano las echamos a la bolsa y cuando trabajamos en máquina las echamos ahí. Trabajamos todo el día llevando y trayendo canastos”. Los canastos a los que se refiere “la Caro” pesan entre 28 y 30 kilos; siempre realizó el mismo trabajo, es parte de su vida, “lo sé hacer, mi papá, mi mamá y mis nueve hermanos lo hemos hecho todos a este trabajo. Mis padres hasta hace dos años cortaban papas”.

Jésica está orgullosa de su trabajo, “dignifica a las personas”, pero insta a sus cuatro hijos a estudiar para que no repitan su historia. “Tengo un hijo de 18 años que va al CENS, podría estar haciendo este trabajo pero yo no quiero esto para él, quiero que pueda estudiar y ser alguien en la vida para que tenga sus logros y sus cosas.

Ellos me ven llegar todos los días y sufren. Trabajamos con nieve, con viento. El otro día que corrió viento, nosotros comemos al aire libre y habíamos llevado cada uno un pedazo de carne para asar. Era tierra, no pudimos almorzar. Que ellos vean que uno pasa todo eso es feo pero, a su vez, ven el esfuerzo que uno hace para ellos”.

“La Caro” no es la única mujer que trabaja en La Estancia Las Chacras. Magalí Araya, Jésica Rico, Magdalena Contreras, Daiana Saez, Érica Aranega, Jésica Roco y Lucía Jenifer Contreras son sus compañeras de cuadrilla, a cargo de Ariel Miranda. “La mayoría tiene hijos, yo los dejo a cargo del más grande y las otras chicas los dejan con sus padres o solitos, pero todas hacemos el sacrificio para trabajar. Ayudamos a bolsear, nos las cargamos al hombro, ahora esas bolsas pesan entre 40 y 45 kilos, es trabajo de hombre, pero lo hacemos para ayudarlos” comentó.

Son varias las actividades que se realizan en las diferentes épocas del año: descartar, cosechar (“que es muy pesado”), desgranar y descolar ajo. Explicó que realizan “todo lo que tenga que ver con el trabajo agrícola acá en Malargüe, hemos hecho todo. Estamos haciendo 750 bolsas por día, entre 24 personas, son trabajos fuertes”.

tapa semanario de nuestro semanario del 6 de septiembre

Tapa semanario de nuestro semanario del 6 de septiembre

Varias veces, durante esta charla, “la Caro” hace hincapié en lo pesado de su trabajo pero también en lo agradecida que está de tenerlo: “El trabajo dignifica a la gente, a la persona, a pesar de ser un trabajo fuerte, hay gente muy buena. Uno no es más por trabajar en el petróleo o menos por trabajar en las papas”.

Fotos: Gentileza.

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